sábado, 4 de abril de 2015

Klourdes de Castilla: primer capitulo.







Klourdes de Castilla

Año 2030, del Milenio dos, ¡el mundo se viene abajo! La pérdida de la fe en la humanidad ha aumentado más con el paso de los años. Para muchos, en su mayoría, el mundo va de mal en peor. La economía baja ha afectados a todos ricos y pobres. Se habla de terremotos y maremotos por doquier. Estos están azotando ciudades por todo el mundo, no importan su posición geográfica o económica. La taza de muerte a causa de estos llega a más de tres millones globalmente. Ha estas cifra se les suman las muertes causadas por las guerras globalmente. No parece haber escapatoria al Armagedón que se nos ha venido encima. El tiempo ha cambiado, para algunos es el frio invernal que le azota y para otros es el calentamiento infernal. La fe en la salvación del mundo es muy escasa. La religiones aumentan y un con ella el crimen también. No hay quien haga el bien. Todos se han perdido en sus malos actos y manera de vivir. Lo que un día fue un mundo agradable para vivir, hoy se ha convertidos en guaridas de religiones, quienes solo buscan su propio bienestar. El crimen ha aumentado en un cien por ciento. Y aunque los líderes del mundo se reúnan para encontrar la solución al problema, ningunos de ellos han podido erradicar el mal que está afectando a la sociedad. Ellos en lugar de encontrar la solución a los problemas que nos aceptan, terminan iniciándose la guerra entre sí mismos.

La esperanza y la creencia que a todos nos han ensenado de que a finales de los tiempos el regreso de nuestro rey, que un día fue y dejo de ser, vendrán omnipotente a salvarnos del caos y desastres que nuestra vidas han sido sometidos. Pero lamentablemente no todos se aferran a esa idea. Muy pocos han sido los que se han aferrados a llevar esas creencias en sus corazones. Pero el paso a tantas religiones que prometen la salvación si se crearon. Muchas religiones ofrecen teóricamente una salvación, por la cual la evidencia de lo que predican no existe.

Creencias y religiones por doquier que profetizan el fin del mundo se ha incorporado a nuestro diario vivir. El mundo se ha dividido entre esos que creen que un Dios bueno y misericordioso está a punto de venir a terminar con la maldad y ofrecerle ellos un cielo prometido libre de pecado. Cuyas creencias radica en que todos los sucesos que están aconteciendo mundialmente, no son más que  señales de que los tiempos se acortan y su redentor está a punto de venir y terminar con toda maldad e inequidad en la sociedad. A estos se les llama Senojocista. Y un segundo pequeño grupo que está en víspera de espera de un nacimiento milagroso y el regreso de un Rey Supremo que salvaría al mundo de las ruinas en que se encuentra. Ofreciéndoles una nueva vida y un nuevo comienzo a su creación. A estos últimos se les llama Aldovanistas.  Un tercer grupo formados por esos cuyos corazones han endurecidos por tan largas espera de algún ser supremo que les enjuagara toda lágrimas de sus mejillas y les quitara el dolor que tanto ellos como sus antecesores tanto han anhelado. Estos se niegan a aceptar que tales religiones sean la salvación que tantos ellos han esperado y se niegan rotundamente a aceptar tales creencias. Estos forman gran parte de la población en general, y aunque generación tras generación, la creencia de los Aldovaristas estaban en la mente de la población, estos no la guardaban en sus corazones. Para ellos, no era más que cuentos de hadas y películas de ciencia ficción, en la cuales un rey regresaba salvándoles a todos. No, la población ya había escuchado suficiente. Yo formaba parte del tercer grupo, hasta que un día, por motivos de mi gran amiga Emilia, llegue a conocer la verdad, verdad que hoy quiero que tu conozca muy bien. Bendita y bienaventurada Emilia. ¿Quién como ella? ¿Quién se les podrá igualar? Las otras y tantas religiones también ofrecen la solución teórica a los problemas que la sociedad enfrentaba. Son tantas, que si las mencionara todas no cabrían en este libro. Pero si dedico este libro a las religiones principales, una que representa la verdad y la salvación y la otra que no es más que una farsante doctrina, que por más de dos milenios ha engañado al mundo.

¿Pero habrá salvación alguna para un mundo que no tiene esperanza de ser salvado? Yo también formaba parte del tercer grupo, era ateísta,  hasta que un día desperté de mi ignorancia sin darme cuenta y me encontré en medio de una guerra espiritual entre el bien y el mal. Ese día cambie mi visión sobre el mundo y sobre todo lo que realmente estaba aconteciendo a mis alrededores. Sin darme cuenta fui incluida entre la guerra espiritual entre los Senojocista y los Aldovarista. Aquí en este libro te narro todos los sucesos de la guerra final entre el bien y el mal. Mientras el mundo se concentraba en sus pérdidas físicas y materiales, había una joven bella, que batallaba una guerra infernal en contra del mal. Yo estuve allí, yo le presencie todo. Ella sufrió en su silencio, soportándolo todo, con la esperanza de que en su vientre se concibiera la obra que podría poner fin al sufrimiento del mundo y traer consigo el regreso del Rey que todos de algún modo habían escuchado ,pero que todos en su mayoría se negaban a creer. Para ellos, todo era más que un cuento de hada recitado por sus antecesores para no hacerle perder la esperanza; de que algún día el Rey Supremo que se les fue prometido regresaría en todo su esplendor.

Y aquí empieza la historia…

                     

                              Capitulo I

        Emilia, era una joven de mediana edad. Ya había cumplido sus 28 años de edad. Y un profundo sentimiento soledad crecía muy adentro de ella. Desde  niña  siempre fue callada, muy tímida diría yo. Siempre fue astuta en sus clases en la escuela, y cuando fue el tiempo de ingresar a la secundaria todavía seguía de tímida pero más astuta con la edad. Quizás su audaz y timidez fueron una señal de lo que ahora fue. Con el tiempo maduro y llego  a ser una mujer inteligente y elegante. Tras esa mascara de inteligencia y veracidad  se escondía un ser reprimido por las malas experiencias que tuvo en su niñez, al ver a su padre marcharse de casa a solo la edad de 6 años. Ese ambiente cruel y frio creció en su mente. Ser la niña abandonada, lleno su alma de rechazos causados por muchos en el pueblo. Todos hablaban en su presencia como un día, su padre se marchó y nunca más regreso. Emilia en lo más profundo de su corazón quería que todo fuera diferente. La naturaleza o el destino en cambio  diría yo, la había llenado de belleza e inteligencia, me imagino para llenar el vacío y la ausencia que su padre dejo.  A pesar de ser bella e inteligente, muy por dentro crecía una desconfianza hacia todos. Yo no entendía muy claramente el por qué su desconfianza hacia los demás. Aunque éramos muy buenas amigas, siempre sentía que me escondía algo, de lo cual ella no me quería contar. Me imagine que quizás todas esas historias en el televisor sobre catástrofes alrededor del mundo les habían de algún modo causado algún daño a su interior. Eso se mostró en su tarde juventud.

 

Su descendencia en realidad  en realidad es Dominico-Español. Su madre es Dominicana y su padre Español. La naturaleza la ha bendecido con ese color bronceado que solo las latinas en su mayoría suelen tener. Su pelo negro, suave y liso le caía suavemente sobre el rostro. Sus ojos castaños y labio finos, se asemejaban a los Europeos. Estas características físicas, me cuenta mi mama, la había heredado de su padre.

 

      Ella era la única hija que Ana había tenido. A pesar de esto,  no estaba sola. Pues tenía  tres hermanos que la amaban mucho y cuidaban de ella.  Recuerdo que muchas veces me había contado cuanto le hubiera gustado que su padre estuviera presente en sus vidas, no solo en la de ella; Pero también en las de sus hermanos. Pero la vida es cruel y el destino muy enajeno de su tristeza, la hizo crecer sin el cuidado del padre que tanto ella necesitaba. Especialmente, en eso tiempos difíciles por lo cual la sociedad había estado pasando. Los terremotos azotaban la ciudad y las noticias de guerras en el Occidente y Europas la pasaban a diario en el televisor. Daba pena ver como las guerras dejaban en trizas a ciudades que una vez fueron tan bellas. Nosotros éramos dichosos diría yo, pues guerra alguna nos azotaba. Pero el ver a otros padeciendo a culpas de ellas, si causaba pena y lastima. Nuestros únicos problemas eran los terremotos y huracanes que nos azotaban al menos tres veces al año. El daño causado por estos era más de los que nosotros podíamos soportar pero aprendíamos a vivir bajo sus efectos. Era la cruel crueldad de la realidad que debíamos aceptar y vivir con ella.

 

      Su madre, la muy desdichada trabajo día y noche para poder sostenerla. Hizo esta faena diaria hasta su hijo mayor,  Ricardo alcanzo los 16 años y pudo encontrar un trabajo después de sus estudios. Esto según mi madre le ayudaba a Ana con sus gastos diarios. Recuerdo muy bien, que en dos ocasiones yo tuve que prestarle mis vestidos a Emilia, cuando las fiestas navideñas llegaron y ella no tenía un vestido  que llevar a las fiestas de jóvenes que celebrábamos en el pueblo.  Así que cuando cumplió los 15 años de edad, mi madre le regalo un vestido color rosa, con unas rositas blancas diminutivas que adornaban el cuello. El vestido le llegaba a las rodillas. Caía sobre su cuerpo tan delicadamente, que al verla sentí esa sensación extraña apoderarse de mí. Me descubrí a mí misma sintiendo envidia de su belleza, una de las pocas cosas que el destino le ha dado. En cambio me decía a mí misma, tenía tantas cosas las cuales Emilia desearía tener. En ese momento me enoje con mi misma, con  mi falta de caridad hacia lo demás, especialmente hacia ella.  Emilia  se pondría el vestido para su fiesta de cumpleaños, la cual se celebraría en el Club Social del pueblo. Ana no tenía espacio en su casa de madera para recibir a todos los jóvenes del pueblo. Así que ambas, Emilia y yo, recuerdo como ahora, habíamos pasado toda la mañana, limpiando y decorando el club para hacerlo lucir bello. Ana no puedo venir a ayudarnos, pues estaba ocupada con su trabajo y su jefe le negó darle el día libre. Su cumpleaños, pondría una chispa de alegría, en los corazones de los habitantes del pueblo, que estaban tan preocupados con los cambios físicos por los cuales el ambiente estaba pasando.

 

Así que eran catorces damas y catorce caballeros, uniéndose al cotejo estaban Emilia y su pareja, mi hermanos mayor, el cual ya tenía veinte años. Esto sumaban quince damas y quince caballeros, los cuales igualaban los quince años de Emilia. Esta era la costumbre de celebrar el cumpleaños de una quinceañera. Las damas vestían un vestido color crema sin mangas pero con el ruedo bordados en colores rosa y rojo. Los caballeros vestían con un traje formal, zapatos, pantalones y chaquetas negras con camisas blancas y corbatas color rosa.

 

Cuando la fiesta por fin había llegado, Emilia lucia esplendida en ese vestido que mi madre le había obsequiado. El ramo floral en sus manos, lo había hecho ella misma. Habíamos visitado el centro de manualidades Garban, en la ciudad principal. Esas azucenas lucían esplendidas en sus manos. Todos la admiraban, pues debo de admitir que ella era sumamente hermosa. Hicimos un desfile por la calle principal del pueblo. Desfilamos un kilómetro y medio. Todos en el pueblo estaban parados en la calle principal viéndonos pasar y danzar a nuestro paso. Por fin el sueño de Emilia se había hecho realidad. Ella desde que cumplió los doce años, me había confesado que quizás ella no tenga una fiesta de quinceañera como las demás jóvenes del pueblo habían tenido o tendrán.

Muchos fueron los jóvenes que tomaron turnos para poder bailar con ella e incluso dos padres se habían acercado a Ana para pedirle que ellos debían de hacer un trato matrimonial entre Emilia y sus hijos. Yo estaba ahí al junto de mi madre, sentada, escuchando toda la conversación y también presencie cuando Emilia había rechazado ambas propuesta para matrimonio. Mi madre se había enojado con Ana, pues ella no había reprochado a Emilia por rechazar tales ofertas de matrimonio. Especialmente porque unos de los padres, el señor Velázquez, era uno de los más adinerados en el pueblo. Mi madre estaba que botaba chispa de fuego por su boca, a ver como Emilia había rechazado tal propuesta.

--¿Crees que tu Rey Aldovar I, va a venir desde donde quiera que se encuentre y pedirle matrimonio a ella? Le dijo mi madre muy enojada por lo que había presenciado.

- ¿Crees que él lo haría? Le respondió Ana, con tono sarcástico.

- ¿Pero cómo me sales con tal barbaridad? Le dijo mi madre.

-Pienso que tú deberías de aceptarle a él como tu Salvador.  Le respondió Ana a mi madre muy enojada.

Yo le guiñe el ojo izquierdo a Emilia en señal de que dejáramos la mesa y las dos mujeres discutiendo solas. Así que nos retiramos y nos dispusimos a bailar solas en el centro del salón. Todos nos miraban con una sonrisa en los labios. Muchos fueron los jóvenes que se nos unieron y todos bailamos al son de la canción ' el vals de las mariposas', la cual es la canción típica, en una fiesta de quinceañera. Emilia bailaba con mi hermano y la idea de que quizás ellos hicieran una buena pareja llego a mi mente.

 Por fin la fiesta había terminado. Todos se habían marchados excepto nosotras, pues debíamos de dejar el Club como lo habían encontrado, sin rastro algunos de decoración. Ya vendríamos al día siguiente a limpiarlo. Mi madre y Ana parece que ya había acordado en hacer las paces. Pues ambas mujeres parecían charlar animadamente.


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