Capitulo IV
A ti
amiga mía, ni recordaba que existía, es como si te hubieran borrado de mi
mente. No tenía memoria alguna sobre ti. Pues si sigo contando lo que hice
luego de dejar la casa de mi pastora. Me
estacioné frente a las oficinas del gobierno. No sé ni recuerdo exactamente el por
qué maneje hacia allá. Un sonido, de un
celular llamo mi atención. Busqué en mi cartera, pero no pude encontrarlo.
Busque en mi valija y ahí estaba. Lo tome. En el otro lado, una voz femenina,
me dice: ‘Emilia, Klourdes De Castilla, ven para acá, y me dio una dirección. Y me dijo aquí te ayudaremos’. Yo sin
pensarlo, me subí al coche y me dispuse a manager. No cuestioné quien estaba al
otro lado del teléfono o porque me llamaba Klourdes de Castilla. Solo escuché la voz que me ofrecía ayuda y la
recibí sin considerar las consecuencias que esta supuesta ayuda me traería.
Solo vi la llamada como una salida fácil a mis problemas. Una respuesta a mis oraciones
y socorros que tanto he pedido y anhelado.
Como la solución a mis problemas o miedo de estar sola en el
apartamento. Me dispuse a manejar. En el camino hacia ella, la misma llamada
otra vez, preguntándome si ya estaba en camino. Siento que hay alguien conmigo
en el coche. Miré dentro de mi coche, pero vi nada. Siento que alguien me exorciza
en la espalda. Un dolor agudo corre todo mi cuerpo, no aguanto, y me dispuse a
llorar. Al voltearme otra vez, pude ver ese hombre de pelo rizado en mi coche. Él
me dice que no sabe quién está haciendo esas llamadas y que iba a averiguarlo.
Le veo salir del coche y volar en frente de mi coche. Él viajaba en el aire. El
dolor todavía me atormenta. Solo sentí, pero no veo a nadie detrás de mí. Era como
si mi cuerpo se abriera por sí mismo, causándome la sensación de que alguien me
cortaba la piel con una navaja. La llamada termina y se supone que yo debo de llegar
a la dirección donde alguien va a estar esperando por mí. Aun no tengo la
habilidad de preguntar quiénes son ellos o ellas o quien es la persona que me
habla en el teléfono. Luego de más de una hora de viaje, el celular suena otra
vez. Esta vez la persona en el otro lado me dice que ya es noche y ellos me
buscaran en la mañana. Se me pidió que siguiera la señal y esta me llevara
hasta donde ellos.
Entonces
fue cuando comprendí que era una mala jugada que alguien me ha jugado. No era
de noche en Londres, era de día y yo estaba en camino. Quien podría haber
jugado tal jugada en mí, en mi seguridad. De cualquier modo, viaje hacia el pueblo,
pues ya estaba medio camino. Pensé que cuando llegue allá me alojaría por unos días
y luego regresaría a mi apartamento de nuevo. El cambio de ambiente me haría
bien. Solo necesito un descanso me dije a mi misma. Cuando entro al pueblo-------- así se llama,
el teléfono suena otra vez. La mujer otra vez me dice que siga las señales,
ellos la han dejado para mí. Habría de seguir la señal marcado con una flecha,
ella me llevara a mi destino. Mi mente se calmó un poco, pue pensé que nadie me
estaba jugando una mala jugada. Así que
cuando llegué a la entrada del pueblo, seguí la señal que estaba en la carretera.
Maneje derecho, doble a la izquierda, luego a la derecha, maneje otra vez
derecho y en fin seguí la flecha hasta que esta me llevo hasta una zona residencial.
Pero no había nadie ahí esperándome. Así que esperé y esperé hasta que dos
horas pasaron. Pero nadie vino por mí. No entendí bien para comenzar. Me entristecí,
al ver como alguien había jugado con mi seguridad de esa forma. Deje la zona residencial,
y maneje hasta que llegue a una calle principal. Vi un centro médico y me estacioné
en el parque. No me sentía del todo bien. Fui adentro, y de represente siento que
todo mi cuerpo comienza a moverse. Estoy temblando rápidamente y muevo mi
cabeza sin control. La recepcionista me dice que un centro médico privado. Al
no recibir atención salí y me senté en el coche. Pensé que quizás mi cerebro había
sido programado en la casa de la pastora y me dio miedo de lo vendría, o de las
estupideces que pudiera yo hacer.
Ahí
sentada en mi coche entre en un shock. Escuchaba a mujeres hablando y el sonido
de la sirena de la ambulancia. Escuche que alguien me hablaba y un dolor fuerte
en mi pecho cuando se me decía Emilia cual es el problema contigo. ‘Dinos y así
te podremos ayudarte. Pero no pude hablar o abrir mis ojos. Por más que trate
de abrirlos o de hablar, no conseguía mover ni una pestaña. Sé que me llevaron
hacia el hospital. De vez en cuando alguien se acercaba a donde yo estaba
sentada para tomar mi presión cardiaca. Pero yo no podía todavía hablar o abrir
mis ojos. Con ojos cerrados podía sentir cuando alguien me tocaba o me hablaba,
pero no tenía las fuerzas suficientes para responder a sus preguntas o abrir
mis ojos o boca. Horas más tarde, desperté
de mi shock. Al abrir mis ojos me encontré en sala de espera en el hospital. Al
lado de otra mujer. Ella no parecía estar contenta. Tampoco lo estaba yo. No entendí
el por qué no se me dio una habitación o el por qué se me dejo en el estado en
que estaba, a los ojos del público.
Camine
hacia el mostrador y hable con una de la recepcionista e informe que quería
salir. Ella muy contenta accedió a mi pedido. Salí del hospital, me dispuse a
tomar un taxi. Me pare afuera del hospital, cerca en donde se encontraban los
taxistas. Al tratar de caminar hacia ellos, cuando de repente un rayo del cielo
reboto en pecho. Parecía un rayo láser. Me paralicé del medio y me temblaron
las piernas al pensé que algún tipo de poder sobre natural que quiere muerta.
Me consolé a mí misma de que no estoy loca. Alguien, algún poder sobrenatural
me quiere mal y por lo mismo quien sea que sea hará todo lo posible por
destruirme. Pero me preguntaba que habría yo hecho para despertar el enojo de
un ser divino. Tome un taxi. Tenía que ir a recoger mi coche al centro médico
que visite primero. La señora en recepción me había dado la dirección en donde
encontrar mi coche. Cuando me dirigía hacia allá, el taxista empezó a hablar conmigo.
Yo enajena, levante mi cabeza para contestar. A mi sorpresa, vi el rostro de mi
pastora en el rostro del taxista. Ambos eran negros, mismo estilo y tamaño. Él tenía
el pelo rizado y largo como ella. Me hele sentada en el asiento de ¿Me harían
el taxista algún daño? Yo no era de Londres ni tampoco sé cómo las cosas
funcionan allí. Estaba perdida no solo en mis pensamientos, sino también en un
lugar fuera de mi conocimiento. Una ciudad inmensa, de más de 8, 400,000 de habitantes.
Una ciudad tan variada no tanto en razas, pero también religiones y
culturas. La religión era lo que más me
preocupaba, pues son tantas. Hay cristianos o católicos, musulmanes, hindúes, judíos,
Senojocitas entre otras, entre otras tantas.
Me preocupa si me encontraba con unos de esos fanáticos que dan escaso derecho a la mujer. Así que decidí
hacerme la segura de mi misma, con valentía y conocimiento en frente del
taxista. Él me había preguntado si era la primera vez que venía a Londres. Parece
que mi disfraz de mujer de conocimientos no fui creído y ahí estaba yo de una
vez más temblando. Le respondí que vivía aquí en Londres. El me comenta que él
es Senojocista, y yo me preocupé aún más. Le dije que también soy era
Senojocista, que lo había sido desde mi niñez. Él me sonríe y me dice que ya
estamos cerca del centro médico. Ya dejaba de sudar y mi corazón dejo de latir rápido. Llegué al hospital, tomé mi coche y manejé
en la ciudad sin rumbo fijo.
Luego de vagar por la ciudad por media hora,
vi un hotel. Era uno de esos Holiday Spress. Maneje hacia él y me parque en el área
de parqueo. Tome mis valijas y camine hacia la entrada todo feliz de poder
encontrar un lugar donde podre recostar mi cabeza sin que nadie me pida que
debo marcharme antes de que llegue la hora de irme. Entre y pedí una habitación. No te voy molestar con los detalles de cómo lucía
el hotel, pues no quiero llenarte con cosas vanas o de diario vivir. Me dieron
una habitación y al entrar en ella, me senté a prepararme un café. Ya eran las
20.00 horas y afuera ya estaba oscuro y frio. No había nevado en todo el día,
pero si predijo nieve para toda el área de Londres. Pensé que fui dichosa al no
tener que manejar bajo la nieve, en un pueblo que nunca antes había visitado sola.
Aun que, si viviera en Londres, nunca antes me había atrevido a recorrer la
inmensa cuidad, sino más bien que solo conocía mis alrededores o el área local.
Pues al entrar a mi habitación desempaque algunas cosas, especialmente las
ropas que me pondría esa noche. Luego ducharme y cambiar mi vestuario iría al
restaurante a comer algo. Tenía hambre y no había comido desde el día anterior,
casi 24 horas sin comer y beber. Mi estómago ya me hacia la guerra y comenzaba
a hacer ruidos.
Luego
de asearme, camine hacia la ventana. Mire hacia afuera, pues quería ver las
luces en la ciudad. Pensé que quizás se vería bello con todas las luces en las
calles y en las casas y edificios. Al mirar a mí alrededor note que afuera, al
lado del hotel, había una estación de gas. Y conectada a esta una tienda pequeña. ¡Bingo! me dije a mi
misma. Eso era lo que realmente yo necesitaba. Pero pospuse ir allá por una
hora. Bajé al restaurante a comer algo. Al regresar a la habitación, ahí
estaban ellos otra vez. Y me hele. Pensé que ya no los volvería a ver. Me
miraban con una mirada fija y penetrante y me dije a mi misma que estoy
alucinado otra vez. Le dejé parados frente a la cama y me senté en el mueble
que estaba disponible. Encendí el televisor y me dispuse a mirar una película.
Ellos entonces empiezan a hablarme y a darme órdenes. Yo trato de ignorarlos y
me digo a mi misma que ellos no están ahí enfrente de mí, que todo es producto
de mi imaginación como tantas veces mis psicólogos me han dicho. Pero nada
funciona. No vale cuantas veces me lo repite a mí misma, ellos todavía están
parados ahí, hablándome y yo sin querer escuchar. ¡Qué fastidio! me dije para
mis adentro. Ellos empiezan hablar sobre mi novio. Me dicen que ellos le han
informado a mi novio de que estoy aquí en este hotel y que el viene a
visitarme. Le pregunto de qué novio me hablan pues no recuerdo tener alguno.
Pero ellos son más fuertes que yo, y la duda empieza a rondar mi cabeza y
termino creyéndole.
Así que fui a la estación de gas y compré
pasta dental, cepillos dentales and algo para comer durante la noche por si
acaso me da hambre. Si cepillos, dos pues esperaba a mi novio, el cual vendría.
Regrese de nuevo al hotel. Al entrar en mi habitación, me encuentro no solo con
las mujeres y el hombre que me molestan muy a menudo, sino también que hay
otros seres en ella. Al entrar dejo caer
mis bolsas plásticas al suelo. No sé bien si fue por terror o si fue porque
ahora en mi habitación estaba ese hombre morado que había visto en una de mis
visiones. Dejé la puerta cerrarse detrás de mí y caminé hacia el sofá. Ya no me
importaba nada. Dejaría que ellos hicieran lo que quisieran conmigo. De ningún
modo iba yo dejar la habitación y vagar por la ciudad sin rumbo fijo otra vez.
Me trague mi propia saliva al mirarle. Crucé mis piernas y desde donde estaba
sentada, me incliné un poco hacia la derecha y encendí el hervidor de agua.
El hombre de pelo rizado intento atacarme.
Vi como saco un puñal de su chaleco y se dirigió hacia me. Abrí mis ojos bien
grandes y me dieron ganas de salir corriendo de la habitación. Pero para mi
sorpresa, el ser morado se interpuso en su camino y se paró delante de mí. Mi corazón
aún late rápido y mi respiración ni contar. Todo parecía moverse en cámara
lenta. Me acurruqué con mis rodillas tocando mi barbilla. Tenía tanto miedo y
no quería vagar por la ciudad otra vez. Vi como los otros hombres morados se
unieron al primero y todos luchaban unos a los otros. Por fin ellos habían llegado a mi rescate
otra vez. Recuerdo que en dos ocasiones diferentes ver luces moradas, muy
reluciente, entrar en mi habitación y sacar a ese hombre y mujeres de ella. ¡Qué
alivio! Pensé que quizás las luces moradas les pertenecían a los ser morados
que ahora veo. La batalla entre ellos continuaba, hacían mucho ruido, así que decidí
bajar de nuevo al restaurante. Pensé que si alguien escucha todo el ruido salir
de mi habitación iría a quejarse a recepción. No podía poner mi suerte en más
peligro de vagar. Si alguien escucha el ruido y se queja, yo podría decir que
no sé de qué hablan. Bajé y pasé por la recepción. Pedí un periódico y me senté
muy cerca de la recepción por si acaso alguien venía a quejarse.
La idea de que tengo a un novio, aun recorre
mi cabeza. Así que me senté esperando que quizás alguien llegaría a preguntar
por mí. Al mismo tiempo me preguntaba como seguía la batalla en la habitación.
Llego las 21.00 horas y yo todavía estaba en el restaurante. No me importaba
que los empleados me miraban de vez en cuando con los ojos bien abiertos. Sé
que me pasado más de una hora sentada ahí, pretendiendo leer el periódico. De
repente una luz morada pequeña apareció debajo de la mesa y me dice que regrese
a la habitación. Yo le obedezco y camino hacia ella. Mi supuesto novio nunca
llego. Todo era una falsa para volverme loca.
Al entrar en ella, veo luces en las esquinas. Me alegre al ver que esos
que me atormentan ya no están. Deseaba que ellos nunca se aparecieran otra vez.
El ser morado y los demás me miran y me sonríen. Yo me pongo tímida y me
siento. Estaba sin palabras que decir, pero muy adentro de mí estaba tan feliz.
Él todavía me mira por lo que yo entonces decidí hablarle. Le pregunto su
nombre y el por qué me ayudan, ellos me dicen que su majestad así lo quiere. El
dirigente me dice, que esas luces que veo en la esquina, ellas me protegerán.
Nadie más puede verla si no yo. Yo acepté su explicación y le vi marcharse a través
de la ventana. Vi sus cuerpos elevarse y desaparecer a través de ella. Esta
noche dormiré pensé yo.
Emilia hizo una pausa. Yo la observaba con
los ojos bien abiertos. No quise decir nada. Pues lo que escuché fuera de lo
normal y me había dejado atónita y sin palabras alguna que decir. Todo el
tiempo que la escuchaba, me decía a mí misma como es que las autoridades la han
dejado vivir sola. Yo misma a tal grado también creía que estaba enferma pero
no encontré el valor para confrontarla. Luego de unos minutos ella me dice: ‘yo
sé que lo que te cuento te parecen locuras’. A mí también en su mayoría de
veces me parecen que lo son, esto es hasta que ellos llegan otra vez, y todo se
vuelve tan real.
Yo le
digo que ‘no’. Y le pedí que siguiera con la historia, pues me interesa saber
por lo que estaba pasando. Le consuelo y le digo que sí puedo ser de ayuda con
mucho gusto le ayudare. Ella continua y me dice: ya pasaban las 24.00 horas, en
realidad eran las 24.50. Yo terminé mi café. Tomé un vaso de agua y me tomé una
pastilla para dormir. Nunca antes lo había hecho, pero son unas pastillas
homeopáticas que me había comprado unos meses atrás. Me acosté y dormí por unas
horas. Y he aquí que mientras dormía, sentí como la cama se movía de un lado a
otro y hacia arriba. Veo mis ropas flotar en el aire. Miro desesperadamente a
las esquinas, preguntándome donde se habían ido las luces moradas que debían
protegerme. Y ahí estaban, las pobres atrapada y acorralada por otras luces
color rojas. La idea de alguien en realidad me quiere mal, recorría mi cabeza.
¿Pero por qué? Observo las luces rojas o
los cuerpos rojos y veo que tiene también aspectos físicos como los humanos.
Otras luces se lanzaron contra mí, y me tiraban del pelo con tantas fuerzas que
pensé que me quebrarían el cuello. Esas luces o cuerpos rojos tienen aspecto de
mujer. Una de ella tomó mi bolso y me dijo que es tiempo que empiece a vagar
otra vez por la ciudad.
Copyright@ Kenia Alondra del Castillo 2015
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