Capitulo II
Aunque
ambas éramos ya jóvenes o todo “una mujer” como muchos decían en el pueblo, yo crecí
consciente de la desigualdad social y económica que había entre nosotras.
Mi padre era un hacendado, y tenía unos extensos
terrenos en el cual plantaba vegetales y frutas y también teníamos muchos animales.
Vivíamos de la agricultura y de los ganados de vacas, cerdos y aves terrestres que teníamos a
nuestra disposición. Estos nos sostenían
suficiente bien. Ana muchas veces
trabajo para nosotros durante las
cosechas, y su hijo mayor también. Mi
madre solía, quincenalmente, hacerle provistos de alimentos, los cuales solía llevarlo muy temprano por las mañanas. Una
vez que yo crecí lo suficiente, yo tome el control y con ayuda de unas de mis
criadas, muy de mañanita, cada quince días, antes de ir para el colegio, yo
pasaba por su casa a dejarles los alimentos. Luego yo y Emilia marchábamos juntas
hacia el colegio.
Pero de repente,
un día, en el mes de Enero, el día 12, dos años más tarde, la suerte de Emilia tomo un cambio inesperado
para todos en el pueblo. Ana había dado a Emilia en matrimonio a un arquitecto
que había conocido en la ciudad a través de su hermana mayor Susana. Su suerte tomo un giro de 360 grados. Ya no
era la más pobre en el pueblo, sino la más rica y envidiada por muchos. Marcos,
el prometido de Emilia, le había
comprador una de las hacienda del pueblo y se le había regalado a Antonio, el
hermano mayor de Emilia, quien ya había cumplido sus veinte dos años. Con la
ayuda y el dinero de Marcos, ahora ellos no eran empleados sino más bien
empleadores. Ahora tenían a sus servicios a decenas de gente del pueblo y de
los pueblos cercanos.” De la dicha y la muerte no hay quien se escape”, me decía
mi madre. Ambas éramos felices sabiendo que sus suertes habían cambiado de la
noche a la mañana. Su “Rey Ardoval 1” debió de acordarse de ellos, bromeaba mi
hermano mayor. Es todo un “milagro "decía él. Quizás el famoso “Rey” sea real,
continuaba él. Yo le escuchaba y con una sonrisa en los labios consentía a todo
lo que él decía. No fuera que nos burláramos de Emilia y su familia, sino más
bien que la sorpresa nos agarró tan de previstos, que era tan abrumadora y difícil
a la vez de aceptar. “Un cuento de hadas hecho realidad”, decía mi padre. Debes
de invitar a Emilia a que venga otra vez por un fin de semana. Así sabremos
todos los detalles en personas y no por bocas de otros. Ya yo he invitado a
Antonio, para darle consejos sobre cómo manejar la haciendo y sus empleados. El
vendrá mañana. Seguro que él me contara todo. Pero mientras más escuchemos
sobre el tema, más bien informados estaremos. Decía mi padre.
Marcos, era
un joven de estatura alta, de unos 6 pies y dos pulgadas. Era de tez blanca.
Llevaba el pelo negro y largo y era físicamente muy apuesto. Su madre era de descendencia Española y su
padre Dominicano. Pero ambos eran de tez
blancas, así que Marcos, no reflejaba el bronceado que muchos de descendencia
Dominico- Español reflejaban en su piel. Al verle por primera vez, pensé que él
y Emilia harían una buena pareja, pues ambos de descendencia Dominico-Española.
El había venido desde Londres, pues fue donde nació. Y ahora vivía aquí en República
Dominicana, en la ciudad principal llamada Barahona. Ya, había sido algunos
meses que había llegado al país. Susana la hermana de Ana había encontrado
empleo trabajando para el en su casa. Ella estaba encargada del aseo y supervisión
de las demás sirvientas. Un día mientras esta le servía el almuerzo, Marcos le había
dicho que buscaba una esposa, pues estaría en el país por unos largos años, por
motivos de trabajo. Así fue como el llego a conocerla. Al menos fue lo que Emilia
nos contaba tanto a mí como a mi madre. Se había venido a pasar el fin de
semana como mi padre lo había pedido. Yo feliz por su suerte. Pero algo si me
incomodaba sobre su relación con Marcos. Ves, él era Senojocista y Emilia era
Aldovarista. Era conocimiento de todos que ambos grupos religiosos no se llevaban
entre sí, a causa de las diferencias en creencias. Pero Emilia me había
asegurado que Marcos no era un fiel servidor de su religión y que solo
profesaba su religión por complacer a sus padres. Esa explicación calmo un poco
mis ansias, y me reprochaba a mí misma, ¿Quién era yo para instigar en su vida
privada? La vida le había sonreído, así que yo también debía de sonreírle aún más.
Con ese pensamiento, pensé que había ganado mi batalla interior sobre los
desacuerdos entre estas dos religiones. Abrí paso a pensamientos positivos y la
felicidad que mi amiga había encontrado. Eso era lo más importantes y mis dudas
pasaron al fondo de mí ser.
Los meses pasaron y consigo llego el
tiempo de las bodas. El noviazgo parecía fuerte, y Emilia no parecía mostrar
seña alguna de infelicidad. Recuerdo como todos en el pueblo corrían de un lado
a otro, todas las mujeres en el pueblo parecían
estar muy ocupadas. Todas hacían turnos en el salón de belleza para arreglarse
el pelo. Sus hijas también hacían lo mismo. Era un día muy especial para todos,
especialmente para Emilia y su familia. El destino por fin, le había sonreído,
como me decía mi madre. Mi madre me aconsejaba a que me sintiera feliz por
Emilia y dejara mis ansias a un lado. Pues estas de vez en cuando me atormentaban.
El sol
brillaba como nunca. Esto no implica que haya sido
más caluroso de lo normal. Todo lucia
simplemente bello. Las nubes más
blancas y espesas de lo, hacían siluetas y formas geométricas en el cielo. El mover de las ramas de los
arboles por el viento y ese aire fresco que este traía consigo, tocaba mis
mejillas. Ese frescor y el brillo de sol, hacía que mi mente dejara a un lado
los danos físicos por los cuales estábamos pasando. Y en silencio deseaba que
no sufriéramos otro de esos terremotos, que a veces nos azotaban. Era un día
especial y como tal debía de permanecer, me decía a mí misma.
El cortejo de las damas, lucía esplendida, con
sus vestidos azules claros y largos, con una rosa blanca enorme que les
colgaban del hombre izquierdo. Los caballeros lucían elegantes con sus trajes
negros y corbatas azules, combinando el vestuario de las damas. Yo era la dama
de honor, la principal en el cortejo y todas seguían mis instrucciones al hacer
el desfile. A todo esto se añadía a la belleza física del día, el sol titilante
en el Este, las nubes, los árboles y la decoración de la hacienda. Un día
perfecto. Excepto mis pensamientos. Pero, ¿Qué podría hacer con ellos? Dejarlos
correr dentro de mí. Pues no podía ir con ellos a donde Emilia y dañarle su
gran día.
Yo sentada junto a Emilia, observaba como
la estilista adornaba su pelo con una rosas pequeñas color oro y blancas. El
vestido, en cambio era sencillo, pensé que no emparejaba con su belleza física
y me preguntaba por qué no había seleccionado algo más exuberante. Era un
vestido blanco, corto, le llegaba a la rodilla, en él no puede encontrar
piedras preciosas alguna, por excepto de una
rosa dorada que colgaba desde el cuello hacia su pecho. Pues es su decisión
pensé. Me senté tranquila a observar como su madre y la estilista la vestían. Y
al fondo me escuchaba a mí misma diciéndome que el vestido era bello cuando en
realidad no lo era.
A mí se me
dio la tarea de decorar el jardín, el cual era muy grande. Había hecho un arco decorado con globos y
flores. Este lo había puesto a la entrada a la hacienda. En realidad me encanto
ver como las cintas de diferentes colores colgaban de él. Era un día espectacular.
Había puesto un tarro pequeño con flores en las mesas de los invitados, estas tenían
un mantel azul en el fondo y por encima de este un mantel blanco hacia
contraste. También había puesto algunas aves de cristal, bien pequeñas sobre la
mesas como decoro. Pues estas aves, las águilas eran las favoritas de Emilia. A
la entrada del jardín, un arco iris gigante hecho con flores adornaba la
entrada. Las mesas de los novios la había decorado, con unas águilas hechas en
papel y un arreglo florar adornaba el centro de la mesa. Un arco hecho en
palmas cubría la mesa de los novios. Unas águilas en cristal colgaban desde un
techo. El lugar parecía haber sido tomado de una de
esas revistas farándulas. Me sentí satisfecha de que había hecho un buen
trabajo. Yo no pude ver problema alguno con la decoración. Me decía a mí misma
que sea feliz de la dicha que Emilia había encontrado. Yo supe que nuestra
amistad seguiría a través de la distancia y de su estado marital. Todos
celebraban, Emilia también parecía contenta.
Y a pesar de que el vestido no era tan exuberante, ella lucia radiante
en él.
Pues, el día
de las bodas vino y se fue. Y cada quien tuvo que volver a sus faenas. Emilia
se había mudado a la gran ciudad. Pero llegaron los meses, un año, y otro año y
Emilia aún no había concebido a un bebe. Todos en el pueblo, cuando ella venía
a visitar, le preguntaba por qué aún no ha concebido. Ella muy tímida e incómoda
le respondía que así el Rey Ardoval I lo ha previsto. Muchas gentes le daban la
mirada rara y algunos a veces le reprochaban que ella creyera en tal barbaridad.
‘ese famoso Rey Ardoval I no existe’, le decían. Ella callaba y escuchaba. Con
el transcurrir del tiempo, pude ver como se transformaba en una sombra de lo
que antes fue. Buscaba ansiosa a esa amiga bella y alegre que había conocido
desde mi niñez, pero no la encontraba. Ella me contaba que era porque aún no había
concebido, pero yo sabía que, algo más se escondía detrás de esa sonrisa falsa
que les mostraba a los demás. El tiempo continúo pasando. En el tercer año de
su matrimonio, en el mes de Agosto, el día 3, Marcos decidió de que es tiempo de que el
regrese a su tierra natal, Londres, llevando a Emilia consigo. Un año más tarde,
yo me uní a ella. Viví con ellos por unos meses luego de mudarme a otra ciudad,
por motivos de trabajo. Emilia aún seguía seca espiritualmente, y sin ganas de
hablar. No importaba cuantas veces le
preguntase cuál era su problema, pero ella no lograba hablar. Yo en cambio decidí
respectar su silencio, a pesar de que me sentía humillada y rechazada.
Luego
de un ano de mi llegada, Emilia dio a luz a una niña. Una chispa de alegría
para todos pensé yo. Esto nos daría alegría a todos en medio de este caos en el
que vivíamos. El día de 13 de Abril del año 2025, el mismo día en que Rusia le había
declarado la guerra a al Reino Unido, ese mismo día había nacido esa chispa de
vida que nos pondría una sonrisa en los labios.
Pero no fue así. Aquí es cuando todo el problema empezó a empeorar. Emilia,
emocionalmente había cambiado más de lo que pudiera imaginarme. Marcos tampoco
parcia muy feliz. En mis visitas me pareció que detestaba a la bebe. Emilia le
abrazaba con ternura. Pero eso no quitaba esa cara de tristeza de su rostro. Yo
sabía que tenía problemas matrimoniales, los cuales yo solo sospechaba. Nunca pude
ver, mientras vivía con ellos, señales algunas de algo andaba mal, salvo a su
tristeza la cual podía percatar. Marcos, siempre se mostró como un caballero en
mi presencia. ¿Pero que podía yo saber de lo que pasaba a puertas cerradas en
su alcoba?
Se ha
transformado, diría yo en una sombra de sus experiencias y vivencia, las cuales
ha pasado lejos de su familia y las
cuales se ha negado a confesar. Yo soy lo único que tiene a su lado. Pues sé que tiene problemas con Marcos de los
cuales no quería hablarme. Yo sabía que Emilia confiaba en mí, pero ella no había
podido romper el silencio que la abrumaba. Le habían faltado las fuerzas
necesarias. Sabía que en mi confiaba pesar de su silencio. Y me preguntaba los
motivos por los cuales no podía romper su silencio. Yo en lo más profundo de mí
ser trataba de no decepcionarla al
tratar de evadir su vida privada.
Yo a pesar de todo la admiraba. Admiraba
su pureza de corazón y valentía en esos momentos difíciles en privado había
pasado. Dos años más tarde, el 5 de Enero del 2027, ella y Marcos se
divorciaron y yo pude apreciar que ella
no era tan débil como yo le creía.
Confronto esos momentos en que
blasfemia se proclamaron en contra de ella y la muy pobre sin poder hacer nada,
se resignó a su veredicto. Veredicto injusto basado en su aspecto físico y no
en lo que ella realmente es. Me refiero a como perdió la custodia de su hija injustamente.
De veras dolía verla en el estado en que se encontraba. Dolía verla sufrir. De
veras al verla me di cuenta, de cuentas injusticias puede una persona pasar al
estar lejos de su familia. Al menos esto era lo que pensaba al principio, antes
de enfrentarme a la pura realidad que me esperaba.
Copyright@Kenia Alondra Del Castillo 2015. All Right Reserved.
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