martes, 26 de mayo de 2015


Capitulo II

 

      Aunque ambas éramos ya jóvenes o todo “una mujer” como muchos decían en el pueblo, yo crecí consciente de la desigualdad social y económica que había entre nosotras. Mi padre era un hacendado, y tenía  unos extensos terrenos en el cual plantaba vegetales y frutas y también teníamos muchos animales. Vivíamos de la agricultura y de los ganados de vacas,  cerdos y aves terrestres que teníamos a nuestra disposición. Estos nos  sostenían suficiente bien.  Ana muchas veces trabajo  para nosotros durante las cosechas, y su hijo mayor también.  Mi madre solía, quincenalmente, hacerle provistos de alimentos, los cuales  solía llevarlo muy temprano por las mañanas. Una vez que yo crecí lo suficiente, yo tome el control y con ayuda de unas de mis criadas, muy de mañanita, cada quince días, antes de ir para el colegio, yo pasaba por su casa a dejarles los alimentos. Luego yo y Emilia marchábamos juntas hacia el colegio.

 

Pero de repente, un día, en el mes de Enero, el día 12, dos años más tarde,  la suerte de Emilia tomo un cambio inesperado para todos en el pueblo. Ana había dado a Emilia en matrimonio a un arquitecto que había conocido en la ciudad a través de su hermana mayor Susana.  Su suerte tomo un giro de 360 grados. Ya no era la más pobre en el pueblo, sino la más rica y envidiada por muchos. Marcos, el prometido de Emilia,  le había comprador una de las hacienda del pueblo y se le había regalado a Antonio, el hermano mayor de Emilia, quien ya había cumplido sus veinte dos años. Con la ayuda y el dinero de Marcos, ahora ellos no eran empleados sino más bien empleadores. Ahora tenían a sus servicios a decenas de gente del pueblo y de los pueblos cercanos.” De la dicha y la muerte no hay quien se escape”, me decía mi madre. Ambas éramos felices sabiendo que sus suertes habían cambiado de la noche a la mañana. Su “Rey Ardoval 1” debió de acordarse de ellos, bromeaba mi hermano mayor. Es todo un “milagro "decía él. Quizás el famoso “Rey” sea real, continuaba él. Yo le escuchaba y con una sonrisa en los labios consentía a todo lo que él decía. No fuera que nos burláramos de Emilia y su familia, sino más bien que la sorpresa nos agarró tan de previstos, que era tan abrumadora y difícil a la vez de aceptar. “Un cuento de hadas hecho realidad”, decía mi padre. Debes de invitar a Emilia a que venga otra vez por un fin de semana. Así sabremos todos los detalles en personas y no por bocas de otros. Ya yo he invitado a Antonio, para darle consejos sobre cómo manejar la haciendo y sus empleados. El vendrá mañana. Seguro que él me contara todo. Pero mientras más escuchemos sobre el tema, más bien informados estaremos. Decía mi padre.

 

Marcos, era un joven de estatura alta, de unos 6 pies y dos pulgadas. Era de tez blanca. Llevaba el pelo negro y largo y era físicamente muy apuesto.  Su madre era de descendencia Española y su padre Dominicano.  Pero ambos eran de tez blancas, así que Marcos, no reflejaba el bronceado que muchos de descendencia Dominico- Español reflejaban en su piel. Al verle por primera vez, pensé que él y Emilia harían una buena pareja, pues ambos de descendencia Dominico-Española. El había venido desde Londres, pues fue donde nació. Y ahora vivía aquí en República Dominicana, en la ciudad principal llamada Barahona. Ya, había sido algunos meses que había llegado al país. Susana la hermana de Ana había encontrado empleo trabajando para el en su casa. Ella estaba encargada del aseo y supervisión de las demás sirvientas. Un día mientras esta le servía el almuerzo, Marcos le había dicho que buscaba una esposa, pues estaría en el país por unos largos años, por motivos de trabajo. Así fue como el llego a conocerla. Al menos fue lo que Emilia nos contaba tanto a mí como a mi madre. Se había venido a pasar el fin de semana como mi padre lo había pedido. Yo feliz por su suerte. Pero algo si me incomodaba sobre su relación con Marcos. Ves, él era Senojocista y Emilia era Aldovarista. Era conocimiento de todos que ambos grupos religiosos no se llevaban entre sí, a causa de las diferencias en creencias. Pero Emilia me había asegurado que Marcos no era un fiel servidor de su religión y que solo profesaba su religión por complacer a sus padres. Esa explicación calmo un poco mis ansias, y me reprochaba a mí misma, ¿Quién era yo para instigar en su vida privada? La vida le había sonreído, así que yo también debía de sonreírle aún más. Con ese pensamiento, pensé que había ganado mi batalla interior sobre los desacuerdos entre estas dos religiones. Abrí paso a pensamientos positivos y la felicidad que mi amiga había encontrado. Eso era lo más importantes y mis dudas pasaron al fondo de mí ser.

 

      Los meses pasaron y consigo llego el tiempo de las bodas. El noviazgo parecía fuerte, y Emilia no parecía mostrar seña alguna de infelicidad. Recuerdo como todos en el pueblo corrían de un lado a otro, todas  las mujeres en el pueblo parecían estar muy ocupadas. Todas hacían turnos en el salón de belleza para arreglarse el pelo. Sus hijas también hacían lo mismo. Era un día muy especial para todos, especialmente para Emilia y su familia. El destino por fin, le había sonreído, como me decía mi madre. Mi madre me aconsejaba a que me sintiera feliz por Emilia y dejara mis ansias a un lado. Pues estas de vez en cuando me atormentaban.

 

  El sol brillaba como nunca. Esto no  implica  que haya sido  más caluroso de lo normal. Todo lucia   simplemente bello. Las nubes más blancas y espesas de lo, hacían siluetas y formas geométricas  en el cielo. El mover de las ramas de los arboles por el viento y ese aire fresco que este traía consigo, tocaba mis mejillas. Ese frescor y el brillo de sol, hacía que mi mente dejara a un lado los danos físicos por los cuales estábamos pasando. Y en silencio deseaba que no sufriéramos otro de esos terremotos, que a veces nos azotaban. Era un día especial y como tal debía de permanecer, me decía a mí misma.

 

 El cortejo de las damas, lucía esplendida, con sus vestidos azules claros y largos, con una rosa blanca enorme que les colgaban del hombre izquierdo. Los caballeros lucían elegantes con sus trajes negros y corbatas azules, combinando el vestuario de las damas. Yo era la dama de honor, la principal en el cortejo y todas seguían mis instrucciones al hacer el desfile. A todo esto se añadía a la belleza física del día, el sol titilante en el Este, las nubes, los árboles y la decoración de la hacienda. Un día perfecto. Excepto mis pensamientos. Pero, ¿Qué podría hacer con ellos? Dejarlos correr dentro de mí. Pues no podía ir con ellos a donde Emilia y dañarle su gran día.

 

      Yo sentada junto a Emilia, observaba como la estilista adornaba su pelo con una rosas pequeñas color oro y blancas. El vestido, en cambio era sencillo, pensé que no emparejaba con su belleza física y me preguntaba por qué no había seleccionado algo más exuberante. Era un vestido blanco, corto, le llegaba a la rodilla, en él no puede encontrar piedras preciosas alguna, por excepto de una  rosa dorada que colgaba desde el cuello hacia su pecho. Pues es su decisión pensé. Me senté tranquila a observar como su madre y la estilista la vestían. Y al fondo me escuchaba a mí misma diciéndome que el vestido era bello cuando en realidad no lo era.

 

A mí se me dio la tarea de decorar el jardín, el cual  era muy grande.  Había hecho un arco decorado con globos y flores. Este lo había puesto a la entrada a la hacienda. En realidad me encanto ver como las cintas de diferentes colores colgaban de él. Era un día espectacular. Había puesto un tarro pequeño con flores en las mesas de los invitados, estas tenían un mantel azul en el fondo y por encima de este un mantel blanco hacia contraste. También había puesto algunas aves de cristal, bien pequeñas sobre la mesas como decoro. Pues estas aves, las águilas eran las favoritas de Emilia. A la entrada del jardín, un arco iris gigante hecho con flores adornaba la entrada. Las mesas de los novios la había decorado, con unas águilas hechas en papel y un arreglo florar adornaba el centro de la mesa. Un arco hecho en palmas cubría la mesa de los novios. Unas águilas en cristal colgaban desde un techo.   El lugar parecía haber sido tomado de una de esas revistas farándulas. Me sentí satisfecha de que había hecho un buen trabajo. Yo no pude ver problema alguno con la decoración. Me decía a mí misma que sea feliz de la dicha que Emilia había encontrado. Yo supe que nuestra amistad seguiría a través de la distancia y de su estado marital. Todos celebraban, Emilia también parecía contenta.  Y a pesar de que el vestido no era tan exuberante, ella lucia radiante en él.

 

Pues, el día de las bodas vino y se fue. Y cada quien tuvo que volver a sus faenas. Emilia se había mudado a la gran ciudad. Pero llegaron los meses, un año, y otro año y Emilia aún no había concebido a un bebe. Todos en el pueblo, cuando ella venía a visitar, le preguntaba por qué aún no ha concebido. Ella muy tímida e incómoda le respondía que así el Rey Ardoval I lo ha previsto. Muchas gentes le daban la mirada rara y algunos a veces le reprochaban que ella creyera en tal barbaridad. ‘ese famoso Rey Ardoval I no existe’, le decían. Ella callaba y escuchaba. Con el transcurrir del tiempo, pude ver como se transformaba en una sombra de lo que antes fue. Buscaba ansiosa a esa amiga bella y alegre que había conocido desde mi niñez, pero no la encontraba. Ella me contaba que era porque aún no había concebido, pero yo sabía que, algo más se escondía detrás de esa sonrisa falsa que les mostraba a los demás. El tiempo continúo pasando. En el tercer año de su matrimonio, en el mes de Agosto, el día 3,  Marcos decidió de que es tiempo de que el regrese a su tierra natal, Londres,  llevando a Emilia consigo. Un año más tarde, yo me uní a ella. Viví con ellos por unos meses luego de mudarme a otra ciudad, por motivos de trabajo. Emilia aún seguía seca espiritualmente, y sin ganas de hablar. No importaba cuantas   veces le preguntase cuál era su problema, pero ella no lograba hablar. Yo en cambio decidí respectar su silencio, a pesar de que me sentía humillada y rechazada.

 

      Luego de un ano de mi llegada, Emilia dio a luz a una niña. Una chispa de alegría para todos pensé yo. Esto nos daría alegría a todos en medio de este caos en el que vivíamos. El día de 13 de Abril del año 2025, el mismo día en que Rusia le había declarado la guerra a al Reino Unido, ese mismo día había nacido esa chispa de vida que nos pondría una sonrisa en los labios.  Pero no fue así. Aquí es cuando todo el problema empezó a empeorar. Emilia, emocionalmente había cambiado más de lo que pudiera imaginarme. Marcos tampoco parcia muy feliz. En mis visitas me pareció que detestaba a la bebe. Emilia le abrazaba con ternura. Pero eso no quitaba esa cara de tristeza de su rostro. Yo sabía que tenía problemas matrimoniales, los cuales yo solo sospechaba. Nunca pude ver, mientras vivía con ellos, señales algunas de algo andaba mal, salvo a su tristeza la cual podía percatar. Marcos, siempre se mostró como un caballero en mi presencia. ¿Pero que podía yo saber de lo que pasaba a puertas cerradas en su alcoba?

 

Se ha transformado, diría yo en una sombra de sus experiencias y vivencia, las cuales ha pasado  lejos de su familia y las cuales se ha negado a confesar. Yo soy lo único que tiene a su lado.  Pues sé que tiene problemas con Marcos de los cuales no quería hablarme. Yo sabía que Emilia confiaba en mí, pero ella no había podido romper el silencio que la abrumaba. Le habían faltado las fuerzas necesarias. Sabía que en mi confiaba pesar de su silencio. Y me preguntaba los motivos por los cuales no podía romper su silencio. Yo en lo más profundo de mí ser  trataba de no decepcionarla al tratar de evadir su vida privada.

 

      Yo a pesar de todo la admiraba. Admiraba su pureza de corazón y valentía en esos momentos difíciles en privado había pasado. Dos años más tarde, el 5 de Enero del 2027, ella y Marcos se divorciaron y yo pude apreciar  que ella no era tan débil como yo le creía.  Confronto esos  momentos en que blasfemia se proclamaron en contra de ella y la muy pobre sin poder hacer nada, se resignó a su veredicto. Veredicto injusto basado en su aspecto físico y no en lo que ella realmente es. Me refiero a como perdió la custodia de su hija injustamente. De veras dolía verla en el estado en que se encontraba. Dolía verla sufrir. De veras al verla me di cuenta, de cuentas injusticias puede una persona pasar al estar lejos de su familia. Al menos esto era lo que pensaba al principio, antes de enfrentarme a la pura realidad que me esperaba.

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